Argentina. 106 min.
Dir: Marcos Carnevale.
Rep: Manuel Alexandre, China Zorrilla, Blanca Portillo, Roberto Carnaghi, José Ángel Egido, Gonzalo Urtizberea, Omar Muñoz, Carlos Alvarez Novoa, Federico Luppi
Elsa tiene 82 años y va por la vida como un torbellino. Conduce temerariamente, se divierte siempre que puede, miente más que habla, sonríe, se apasiona, desborda ganas de vivir y lleva muchos años soñando con poder viajar a Roma y entrar en la Fontana di Trevi como lo hizo Anita Ekberg en la película "La dolce vita" de Fellini.
Fred tiene 77 años, siempre ha sido un hombre de bien, serio, responsable, honrado y educado y su vida siempre ha sido gris y monótona. Ahora, con los problemas de salud de su edad, hipocondríaco, toma sus medicinas obedientemente y no se permite ningún exceso. Hace seis meses ha quedado viudo y se siente solo y triste, dejando pasar los días. Su hija le ha animado a mudarse a un piso más pequeño, justamente al lado de Elsa.
Elsa y Fred se conocen y, siendo tan diferentes como son, se caen bien, se gustan y se sienten atraídos el uno por el otro. Elsa, que sabe que no le queda mucho de vida, decide no perder tiempo, y le busca, casi le persigue, para compartir ratos con él. Y se enamoran.
Fred se contagia de la energía de Elsa, y empieza a sentir que su vida puede tener color, que es capaz de sonreir, que puede ser feliz. Cuando la hija de Fred se entera que ha dejado de medicarse (su mejor medicina ahora es Elsa) y le pregunta a ver si se está dejando morir, él le responde: "No, hija, me estoy dejando vivir".
Nunca es tarde, no sólo para soñar, sino incluso para hacer los sueños realidad. Ante el modelo social que se nos impone, en el cual solo los cuerpos jóvenes tienen sitio en la erótica, Elsa y Fred nos muestran que en el otoño de la vida podemos sentirnos atraídos, enamorarnos, gozar, amar. Que la vivencia y la expresión de la sexualidad dura toda la vida.
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